lunes, 2 de septiembre de 2013

El dolor nos atemoriza mucho más que la muerte



 
Un valiente es alguien que se paraliza ante un dolor propio pero que se enfrenta a la muerte desaprensivamente.

Alguien podría pensar que un hombre temerario no le tiene miedo a nada.

Si lo pensara estaría en un error provocado por la insidiosa metonimia que nos ordena generalizar a partir de muestras desmesuradamente pequeñas.

Los científicos son personas con pocos pero muy fuertes intereses. Quizá le dediquen toda una vida a entender la reactividad eléctrica de las patas traseras de las ranas, o a comprender el mercado minorista de las joyas, o entender qué les ocurre psicológicamente a los niños cuando pierden la dentición decidua, (conocida también como dentición de leche, dentición infantil o dentición primaria).

Los científicos se caracterizan además por su lucha denodada contra la insidiosa metonimia, es decir, la propensión natural que tiene nuestro sistema pensatorio a convertir en regla universal algo que ocurre una única vez.

Los varones y las mujeres somos muy diferentes y en algunos artículos anteriores (1) he propuesto estudiarlos como dos sub-especies diferentes.

No es lo mismo para alguien tener la capacidad de gestar y de alimentar con su propio cuerpo a no tenerla y participar mínimamente en la conservación de la especie.

Ellas están dotadas de un cuidado de sus vidas superior al que estamos dotados los varones por la sencilla razón de que son más necesarias que nosotros para lo único que realmente le importa a la Naturaleza: conservar las especies, aunque esto vaya en desmedro de conservar a algunos individuos.

Un valiente clínicamente puro es alguien que puede sentir terror a la oscuridad, a las maldiciones proferidas por hechiceros, al dentista y a su esposa, pero cuando tiene que ponerle el pecho a las balas tiene una conducta insólitamente temeraria.

El dolor nos atemoriza mucho más que la muerte.

   

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(Este es el Artículo Nº 1.985)

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