Una reacción traumática por haber sentido hambre en los primeros meses de vida pudo instalar una búsqueda desesperada, irracional, exagerada (e inconsciente) de evitar la pobreza.
Las nuevas cargas tributarias no se llevan a consulta popular porque ya se sabe el resultado: el 100% de los ciudadanos dirá que no está dispuesto a pagar nuevos impuestos.
Por eso cualquier propuesta (1) de que la incertidumbre es el estado natural del ser humano cuenta con el 100% de desaprobación porque nadie está dispuesto a reconocer que deba privarse de las ilusiones que lo puedan obligar a tener que decir algún día «sólo sé que no sé nada» (según nos contó Platón que alguna vez dijo Sócrates).
Para evitar la angustia provocada por la incertidumbre recordamos qué fue lo que ya nos ocurrió y aprendemos qué fue lo que ya les ocurrió a otros, para formar con todo eso un conjunto de conocimientos que intentaremos usar guiados por la creencia (hipótesis, teoría) de que «la historia se repite».
Es posible pensar que también existe una memoria inconsciente de los primeros días de vida post parto.
Si un pequeñito siente hambre seguramente se siente morir, su instinto de conservación asociado a una máxima vulnerabilidad, bien pueden generar sensaciones terroríficas provocadas por un dolor tan profundo, abarcativo, desesperante.
En esta hipótesis, también podemos pensar que algunos de esos niños quedarán tan afectados por esas experiencias que sin saberlo (inconscientemente) quedarán predispuestos para jurar, prometer, tomar todas las precauciones que hagan falta para ¡nunca más sentir hambre!
Esta promesa olvidada pero hecha en momentos de desesperación, puede ser la causante, motivadora, estimulante de una búsqueda también desesperada de enriquecer, de poseer más alimento del que sería capaz de aprovechar.
No es descabelladlo pensar que esa promesa inconsciente sea causa de obesidad o enriquecimiento patológico.
(1) El delicado aparato psíquico
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