martes, 31 de agosto de 2010

«Los ricos ¿son incestuosos inimputables?»

Me referiré a las tribulaciones filosóficas a las que se ven enfrentadas algunas personas. No todas: sólo algunas.

Primera interrogante del niño: «¿Seguiré vivo o moriré?»

Primera respuesta a la primera pregunta: «Lo que me preocupa es no sufrir».

Segunda interrogante del niño: «¿Cómo hago para no sufrir?»

Segunda respuesta a la segunda pregunta: «Los adultos son tan poderosos que no sufren. Para no sufrir, tengo que ser como «ellos»».

El niño, enfrentado a esta preocupación —cuya gravedad e importancia es igual o mayor que la que puedan sentir algunos por una tercera guerra mundial—, trata de tranquilizarse inventando hipótesis, construyéndose creencia con los conocimientos que tiene y la capacidad inventiva que le tocó en suerte (talento).

Cuando piensa en «ellos», primero se refiere a los padres, pero a medida que va creciendo —y constata que crecer no disminuye la exposición al dolor—, comienza a pensar que no es la adultez, sino la estatura.

Una vez confirmado que tampoco es la estatura, piensa que lo que realmente evita el dolor, es el poder económico. Entonces piensa: «Tener dinero es la clave para no sufrir».

«El talismán (objeto mágico, amuleto, fetiche) que «nos libra de todo mal», es el dinero».

Y con esta conclusión, observa que ese instrumento (el dinero calmante de todo mal) es el que le ha dado al padre el poder suficiente para resolver el problema más apremiante: acostarse con la madre … pero eso es imposible por la misteriosa, sigilosa y ominosa, prohibición del incesto.

Acostarse juntos, como hacen «los que tienen dinero» (los padres), es lo más deseado, pero él corre mucho riesgo de sufrir un castigo.

En suma: (este grupo de hombres y mujeres, piensa que) … la solución para evitar el dolor, es privarse tanto del dinero como del deseo (incestuoso).

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